Hace siete años, al término de su misión como provinciana de la congregación del Verbo Encarnado, la hermana Guadalupe Rodrigo se sintió muy cansada y pidió a sus superioras que la destinaran a un lugar tranquilo para recuperarse. No tuvo mejor idea que sugerir que la mandaran a Alepo. Silencio. La hermana ahoga su risa con la mano y el público deja escapar un largo murmullo. El teatro San Martín estaba lleno, en especial de jóvenes y miembros de la comunidad siria, además del arzobispo Alfredo Zecca y el cónsul de ese país.
Bajo un estricto protocolo, la hermana Rodrigo -oriunda de San Luis- dio una conferencia de prensa antes de hablar con el público. Desde 2014 la religiosa, que vivió cuatro años en Alepo, recorre la Argentina y otros países contando la verdad de la guerra. “Una realidad muy diferente a la que muestra la prensa internacional -advierte-. La realidad es la de un pueblo que quiere la paz y que apoya a su gobierno, no a los rebeldes, que tomaron por la fuerza la ciudad”.
La misión del Verbo Encarnado en Alepo cuenta también con dos tucumanos, David Fernandez y Rodrigo Rojas, que el año pasado estuvieron en Tucumán. Tres hermanas de la congregación viven en el obispado de Alepo (la zona occidental), en pleno barrio musulmán. Allí atienden una residencia universitaria para chicas de todo mundo y tienen a su cargo varias familias a las que ayudan. Pero sobre todo, acompañan a muchos cristianos (y musulmanes también) a sobrellevar la persecución y la muerte.
“Antes de la guerra, Alepo no sólo era un lugar tranquilo, por eso yo quería venir a vivir allí. También había una buena convivencia entre cristianos y musulmanes. Era la segunda ciudad de Siria, un país económicamente independiente, rico en recursos, con petróleo y mucho comercio. No se veían pobres ni desocupados, ni delincuencia”, cuenta mientras proyecta un video donde se ven el antes y el después de Alepo. Era una ciudad próspera, con cinco millones de habitantes. “Hoy los grupos terroristas marcan las casas de los cristianos para indicar dónde viven los malditos nazarenos, como dicen ellos. Esa misma letra la llevan los cristianos colgadas de su cuello. No tienen miedo. Nuestros jóvenes están preparados para morir, como mártires”, remarca.
“Los cristianos están muriendo de la forma más cruel, decapitados. Hasta a los niños los entierran vivos. Pero ellos prefieren morir antes que convertirse al islamismo. Allá es muy fuerte la presencia de Dios, se producen milagros todos los días. El matirio allá no es un opción por la muerte, sino una opción por el amor. Si no estoy dispuesto a morir por lo que amo, entonces no amo”, resume.